Un día escuché a
alguien decir que no hay razones para un recuerdo... que aparece sin más. Los
recuerdos bonitos aparecen en cualquier momento y te hacen sonreír y aunque
pertenezcan al pasado son como un soplo de aire fresco, ¿no? Porque te impulsan
a seguir viviendo para ir acumulando experiencias al menos igual de especiales
que las anteriores. Pero lo de los recuerdos dolorosos es
otra cosa. Y según esa frase que oí no recuerdo dónde, no hay explicaciones
para la aparición estelar de un mal recuerdo. Vamos, que se supone que de
repente en el momento más insospechado, algo que creías completamente
enterrado, emerge de la nada..
No sé, quizás es
que sí que hay razones para un recuerdo. Tal vez es que no estaba tan enterrado
como creíamos... o será que es muy difícil echar tierra encima de algo que nos
ha dolido demasiado. Pero lo peor de la vuelta aunque sea instantánea de este tipo
de recuerdos es que una no puede evitar preguntarse una y otra vez la razón de su vuelta. Las cosas pasaron y el dolor pasó pero queda el
resentimiento, la rabia y la impotencia. Porque ver cómo las
cosas cambian radicalmente crea una impotencia un tanto angustiosa. De la noche
a la mañana cuesta asimilar cualquier tipo de cambio, es lógico y normal. Y
cuesta adaptarse y seguir con una sonrisa, como si todo fuese igual. Pero bueno, la vida no se basa sólo
en luchar por lo que uno quiere y considera justo... también hay veces en las
que aguantarse es lo que toca. Aguantar la situación, el cambio, la nueva dirección, y el nuevo camino que debes tomar. Y pasa el tiempo y a la vez, empiezas a comprender que todo fue mejor así
y que lo que creías que sería perfecto para ti, tal vez no lo hubiese sido. Entonces llegas a un punto en el que sientes que todo ha cambiado. Y es así. Y
recuerdas momentos, pero desde la lejanía y con la mente mucho más fría. Y
sonríes, te sientes orgullosísima de ti misma y descubres que tomaste la mejor
de las soluciones. Y que si los recuerdos vuelven a visitarte de vez en cuando
es porque forman parte de tu vida, de tu trayectoria, de tu camino por el
mundo... pero eso no quiere decir que no lo hayas superado, al contrario, lo has hecho con creces y es eso lo que te permite verlo todo con distancia y
serenidad. Y sonríes porque lo mejor de los recuerdos que te transportan a
momentos malos es que te hacen ver que has sido capaz de conseguir dejar atrás
una parte de tu vida en el momento preciso y que eso, a la larga, ha sido lo
mejor para ti. Y ahí es cuando te das cuenta de que ese instante que se pasa
por tu cabeza no representa nada más que algo que acabó, y que los recuerdos, son solo recuerdos.